lunes, 25 de septiembre de 2017

Sepa que las garras del perezoso no son mortales


El 21 de agosto, un vecino llevó a la oficina de Recursos Naturales de la Gobernación una cría de perezoso de pocos días de nacida que dijo haber hallado cerca de su casa; personal especializado se hizo cargo para asistirla en el refugio del Centro de Educación Ambiental (CEA), pero finalmente murió por inanición, pues resultó imposible alimentarla.


La veterinaria Cecilia Dorado trató sin éxito de amamantar con leche en jeringa a la cría. Se presume que la madre la dejó caer accidentalmente tal vez de un árbol, su hábitat natural, lo cual selló su suerte, ya que a corta edad estos animales dependen completamente de la leche materna.


Este caso es uno de los múltiples riesgos a los que se exponen estos mamíferos en los centros urbanos, donde muchas veces, en busca de hojas y tallos tiernos de los árboles para alimentarse, mueren atropellados en las vías, electrocutados en las redes eléctricas o mordidos por los perros, sin posibilidades de huir, debido a su parsimonioso desplazamiento a una velocidad promedio de dos km por hora.


A fin de preservar a este especie adaptada a la vida arbórea, y otros animales silvestres que, por una u otra razón, sobreviven en la capital cruceña, la Secretaría de Desarrollo Sostenible y Medioambiente habilitó líneas telefónicas (800-142052 y 363-6355) para que la población notifique sobre estos avistamientos o sobre tráfico ilegal de animales.

Cómo manipularlos
Los perezosos, conocidos en la región oriental como pericos, se nutren de unas 40 especies de árboles, aunque sus hojas preferidas son las de los ambaibos, toborochis y mapajos.


Juan José Céliz, responsable de rescate de la fauna silvestre de la Secretaría de Desarrollo Sostenible y Medioambiente, señaló que en esta época en la que los árboles tumban sus hojas, estos animales bajan al suelo en busca de alimento y, en ese intento, arriesgan sus vidas entre los humanos.


La Gobernación recibe, en los meses de agosto y septiembre, hasta dos llamadas diarias de gente que se topa con estos pacíficos animales. Entre enero y agosto de este año, el CEA recibió medio centenar de llamadas dando parte de avistamientos y rescató 18 pericos.


Los expertos acuden a rescatarlos cuando realmente hay riesgo inminente. En otras situaciones orientan a los vecinos e incluso les enseñan a manipularlos para no exponerse a las largas y curvas uñas.


Las garras de los perezosos son muy fuertes, por lo que para sujetarlos es conveniente taparlos con una manta o toalla que cubra los brazos, se los coloca al revés y se los toma por la espalda para luego hacerlos trepar a un árbol de copa alta. Sin embargo, Céliz aseguró que sus garras no son mortales y recomendó, en caso de sufrir el temido apretón, que la persona debe relajar la mano o el brazo objeto de la sujeción y el animal aflojará el agarre. El perico se aferra fuertemente cuando siente resistencia, no porque quiera hacer daño, sino porque cree que es una rama batida por el viento y lo hace para no caer.


Juan Carlos Quipildor es un rescatista voluntario que también ha salvado a muchos de estos animales, a los que reubica en los parques urbanos, en el Jardín Botánico o en el cordón ecológico. En la Gobernación, en cambio, cumplen un protocolo denominado translocalización: los someten a un chequeo médico para ver si tienen lesiones, parásitos o bajo peso. Luego, si todo está bien, se redacta un acta y se los lleva a un hábitat con bastante vegetación. “Hace unos cuatro años los llevábamos al Urubó, por el camino a La Bélgica, donde había bastante vegetación; ahora es imposible porque los árboles han desaparecido por proyectos habitacionales.


Actualmente los llevamos más lejos, por El Hondo, zona del río Güendá”, indicó Céliz.

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