lunes, 4 de abril de 2016

Vesty Pakos, el zoológico que se convirtió en refugio

En el zoológico paceño Vesty Pakos habitan más de 500 animales, en su mayoría de especies silvestres. De éstos, el 80% ha llegado por "donación” de algunas familias o a través de la Policía Forestal y Medio Ambiente (Pofoma) o de los activistas, producto de algún decomiso por la venta ilegal o por maltrato.

"Hace más de 15 años que el zoológico no compra animales. La gran mayoría, cerca del 80%, nos ha llegado por medio de familias que los han adquirido de forma irregular y que ya no saben qué hacer con los animalitos; o a través de las autoridades de medioambiente, que muchas veces los decomisan cuando los cazadores los están comercializando”, comenta Andrea Morales, administradora del zoológico paceño.

El caso más dramático que se atendió este año en el zoológico es el de Ajayu, el oso jukumari que llegó agonizando hace dos meses, luego de que los comunarios de una localidad cochabambina lo cazaran y golpearan hasta dejarlo ciego. "Muchas veces nos llegan animales en muy mal estado. Hacemos todo lo que está en nuestras manos para salvarlos”.
De esta forma, el Vesty Pakos se ha convertido en el refugio de llamas, pumas, jaguares, osos andinos, cóndores, tortugas y hasta quirquinchos, entre otros, que han pasado por un largo proceso de rehabilitación.

"Muchas veces las personas llegan con el animalito y nos dicen que quieren ‘donarlo’ al zoológico. Nosotros intentamos crear conciencia en ellos, porque no es precisamente una donación lo que hacen”, explica la administradora del zoológico.
Por ello, antes de recibir al nuevo miembro en el refugio, los guardafaunas o el personal del lugar explican sobre las consecuencias de sacar a un animal de su hábitat para criarlos como si fueran animales domésticos.

El jueves en la mañana el Vesty Pakos, cuyo nombre recibió en homenaje a un exdirector del zoológico conocido por su gran amor a los animales, recibía los rayos de un sol radiante. Esa mañana, Página Siete llegó cuando la manada de jukumaris recibía su desayuno.
Los guardafaunas les lanzaban botellas de yogurt de un litro que contenían un jugo de frutas con vitaminas. Los osos, habituados a la rutina, atrapaban las botellas y sin esperar más, le quitaban las tapas para beber de un trago el contenido. "Antes, la gente les lanzaba refrescos y los osos han aprendido a destapar las botellas y beber de ellas. Hemos aprovechado esa costumbre que tienen para darles su alimento”, cuenta Morales.

No es igual para el resto de animales, pues cada especie tiene una rutina diferente que los cerca de 50 funcionarios -entre biólogos, veterinarios y guardafaunas- se saben a cabalidad.
Esa mañana, el área de cuarentena del zoológico estaba ajetreada por la llegada de un nuevo miembro. "Hace una semana nos llegó un gato andino, que los comunarios de la localidad de Patacamaya ‘habían encontrado’ caminando por la cancha del lugar”, cuenta Morales. El gato andino es una especie que habita en las tierras altas de Bolivia, Perú y Chile y se encuentra en peligro de extinción.

Por eso, "su llegada ha llamado la atención de biólogos del país y del exterior porque muy pocas veces se puede ver a esta especie”, advierte Morales, quien comenta que actualmente los veterinarios y biólogos le están haciendo exámenes para descartar cualquier infección. "Aún estamos en etapa de evaluación; si el gato resulta estar sano es probable que volvamos a reinsertarlo a su hábitat”, explica.
Pacho, el guardafauna de los casos difíciles

En el área de cuarentena del zoológico hay cerca de tres ambientes para animales grandes, además de otras jaulas. Allí trabaja Francisco Quispe, conocido como Pacho. Él es jefe de los guardafaunas y a quien encomiendan los casos más dramáticos.
Trabaja más de 15 años en el zoológico y cuenta que su amor por los animales despertó cuando aún trabajaba como miembro del equipo de seguridad. "Una mañana vino una familia a dejarnos a un puma, que más tarde bautizamos como Carmelo”.

Al puma lo salvaron a plan de mamadera. Con los años, cuando la administración del zoológico cambió y el puma ya comenzaba a crecer, Pacho tuvo la posibilidad de entrar a trabajar al zoológico como guardafauna y desde entonces ha sido testigo de cientos de historias. "Una vez cuando realizamos el conteo de zorros resultó que había uno demás. No sabemos cómo lo metieron”, dice. De igual forma sucedió con una tortuga que fue introducida en el estanque del zoológico. "Una mañana cuando alimentábamos a las aves del estanque la vimos nadando. Ya no se la puede sacar”.
Anécdotas como estas hay por montones, pues tanto Andrea como Pacho aseguran que "cada animalito que ha llegado al Vesty Pakos tiene una historia”.

Rajat, el puma que vivió cautivo por 2 años

Rajat es un puma andino, conocido también como puma concolor. Es un mamífero carnívoro de la familia Felidae, nativo de América del Sur. "Este puma fue rescatado de un aserradero en Beni, donde lo tenían en cautiverio desde cachorro”, cuenta Andrea Morales, administradora del zoológico Vesty Pakos.

En septiembre de 2015 Rajat llegó a La Paz. "Fue rescatado por un activista que lo cuidó por dos años en su casa, pero que de igual forma lo tuvo en cautiverio por otros dos años”, cuenta Morales, quien estima que cuando el puma creció el activista ya no tuvo los medios para alimentarlo. "Un puma come cerca de dos kilos y medio de carne al día”.

A Rajat le costó bastante ambientarse al zoológico. "En principio compartió encierro con el puma Rolo, otro de los habitantes del Vesty Pakos, pero debido a su comportamiento tuvo que volver a la cuarentena”, explica la bióloga.
"El puma es bastante asustadizo. Cuando llegó no estaba maltratado, pero quizá ese miedo que tiene sea resultado del tiempo en el que estuvo asilado”, indica Morales.

Rajat se quedará en el Vesty Pakos. Sin embargo, pasará un buen tiempo antes de que pueda compartir y pasar los días con la manada de seis pumas que ya habita en el lugar.

Gonchi, el oso melero sobreviviente

Gonchi es un oso melero del tamaño similar al de un perro mediano. Es inquieto y a simple vista se lo percibe mareado. "Así quedó el osito, pues cuando llegó vimos que había recibido un fuerte golpe en la cabeza, pensamos que iba a morir”, explica Andrea Morales, administradora del zoológico paceño.

El oso melero vive en las copas de los árboles de las zonas bajas de Bolivia. De allí fue extraído. Sin embargo, este osito fue rescatado mientras los cazadores intentaban trasladarlo del oriente hacia otra zona del país.

Gonchi pasó varios meses en tratamiento, por lo que su cuarentena se extendió por mucho más tiempo de lo normal. "Por lo general, los animales que recibimos se quedan más de los 40 días en cuarentena”, explica la bióloga.

Gonchi, por ejemplo, llegó a La Paz en estado de shock, pues el traslado ya les resulta todo un trauma. "Este osito melero se recuperó bastante bien. Sin embargo, producto del golpe no ha podido recuperar el equilibrio del todo. Pese a ello, realiza sus actividades y su salud es buena”, dice.

El oso melero es otra de las especies en peligro de extinción. "Es importante que la gente cobre conciencia y denuncie cuando vea que estos animalitos están siendo vendidos”, concluye.

Luna, la jukumari que inspiró un cuento

Hace ocho años los veterinarios y guardafaunas del Vesty Pakos se enteraron del rescate de un oso jukumari en Cochabamba. Equipados de una enorme caja partieron al Valle, pero grande fue su sorpresa cuando les entregaron una cachorra del tamaño de un perrito pequeño.

A la osezna la bautizaron con el nombre de Luna. "Llegó muy maltratada. Su cabeza era más grande que el cuerpo y su pelaje estaba muy opaco y en muy mal estado. La hemos cuidado por meses”, recuerda Francisco Quispe, jefe de guardafaunas del zoológico y quien se encargó de su rehabilitación.

Su reinserción a la manada de osos jukumaris del zoológico tardó, al menos, nueve meses. Tuvimos que trabajar duro con ella para que pueda pasar a un ambiente con el oso Rocky, otro jukumari que por esa época estaba también aislado.

Pese a su condición delicada, la osezna no tardó en robarse el corazón de quienes la conocían, "tanto así, que incluso le hicimos un cuento para concientizar a la gente sobre casos como éste”, complementó Andrea Morales, administradora del zoológico.

De esta forma, Luna, al igual que cientos de animales que llegan al Vesty Pakos, tuvo una segunda oportunidad y una manada de al menos siete osos jukumaris con quienes vive.

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