miércoles, 19 de octubre de 2016

Las peleas de gallos, un negocio que subsiste en la clandestinidad

Las palabras de aliento que son dirigidas a los dos contrincantes se transforman en pocos minutos en gritos de euforia, por momentos inaudibles. Las personas que están reunidas en este escenario han elegido a su luchador favorito, incluso antes de que comience el combate, y mantienen su postura firme por él, hasta el final.

OPINIÓN estuvo en una gallera, en el municipio de Colcapirhua, a ocho kilómetros de la ciudad de Cochabamba. Unas setenta personas se han reunido en torno a un ruedo y observan con atención a dos gallos peleando que, a pesar de estar exhaustos por el esfuerzo, se mantienen de pie.

No obstante que las peleas de animales están prohibidas en el país, en diferentes ruedos de Cochabamba se realizan en forma clandestina, y se apuestan sumas elevadas de dinero, tal como lo pudo verificar este medio.

Las peleas de gallos no están permitidas en Colcapirhua, confirma la responsable de Zoonosis, Giovanna Rico, quien se apoya en la Ley 700 para la Defensa de los Animales.

El inciso a del artículo 6 de esta norma prohíbe el uso de animales en prácticas de instrucción militar, policial u otras, en las que se provoque la muerte o sufrimiento del animal.

Rico puntualiza que desconoce de algún lugar en Colcapirhua donde se organizan peleas de gallos, pero en caso de descubrir uno se procedería a su clausura y la sanción a los infractores.

Para reforzar la norma nacional, Zoonosis de Colcapirhua presentó en febrero al Concejo Municipal un proyecto de ley que prohíbe y sanciona peleas entre animales.

Esta norma (Ley de tenencia responsable de animales) prohíbe todo tipo de peleas entre animales y sanciona a los infractores con una multa de tres salarios mínimos nacionales (5.415 bolivianos).

“Si encontramos una pelea de gallos en este momento, para sancionar nos basamos en la ley nacional que fija en un salario mínimo, 1.805 bolivianos, y el cierre de la actividad. Hay cárcel para los infractores (hasta cinco años)”, afirma Rico.

En el municipio de Cochabamba está también vigente la Ordenanza Municipal 4571 del año 2012 que prohíbe la pelea de animales.

El inciso d del artículo 15 de esta norma prohíbe maltratar, causar daño o sufrimiento a los animales.

El inciso l de esta ordenanza restringe el uso de animales en actos deportivos y prácticas que les provoquen daño.

Finalmente, el inciso q prohíbe organizar, auspiciar, participar o incentivar peleas entre animales.

Por su parte, los que se dedican a este oficio defienden su legitimidad. Víctor Hugo Sainz, por ejemplo, afirma que muchas familias viven de la pelea de gallos y si se la prohíbe y reprime se quedarían sin su principal fuente de ingreso.

Argumenta que estos gallos se enfrentan con los de su misma especie porque está en su sangre, incluso desde polluelos, por lo que es difícil evitar que se peleen.

Recuerda que la tradición fue traída desde España, pero ahora está siendo prohibida en Bolivia y países vecinos, lo que obliga a muchos galleros a desarrollar esta actividad en la clandestinidad.

Víctor Hugo se dedica actualmente a entrenar a los gallos de pelea y a la crianza de polluelos para enviarlos al Beni.

Miguel es otro gallero que se inició en esta actividad hace cinco año, emulando a su hermano mayor, y afirma que este negocio le permite tener ingresos mientras estudia Arquitectura.

Considera que no se debería prohibir las peleas de gallos y, al contrario, propone que las autoridades construyan escenarios adecuados como sucedió en Mizque, donde hay un coliseo para esta actividad.

LA PELEA

El “Colorado” y el Negro” son los dos contendientes ocasionales que han sido colocados en el ruedo de Colcapirhua, uno frente al otro, y ahora se lanzan estocadas con sus picos o sus patas armadas con espolones.

Cada golpe asestado por uno de los gallos a su oponente es celebrado por los asistentes que siguen las acciones de la pelea, unos sentados en una gradería de madera que se ha instalado alrededor del escenario, otros más cerca en sillas de plástico, y los demás de pie.

“Dale Colorado, lo estás haciendo bien papito, excelente hijito”, grita uno de los espectadores, quien se encuentra de pie, fumando un cigarrillo”.

“Le voy 150 al Coloradito”, afirma con vehemencia. La respuesta es inmediata. Un gallero que se encuentra al frente, sentado en primera fila, de los privilegiados, señala que cubre la apuesta por el “Negro”, un brioso gallo de color oscuro que tiene las plumas relucientes y que acaba de dar un golpe a su adversario tras haber saltado 30 centímetros.

Ahora las apuestas son generalizadas, los que apoyan al “Colorado” arriesgan hasta 200 bolivianos, mientras que los seguidores del “Negro” no se intimidan y aceptan el desafío. En algunos casos hay quienes pronostican que el encuentro terminará en tablas, es decir, sin vencedores ni vencidos y también se animan por ese resultado.

Un par de espectadores que no quieren perderse una sola incidencia del lance devoran, en la misma gradería, los platos de pollo que han solicitado a la propietaria del local. Acompañan la comida con un refresco y dos cervezas.

Un reloj instalado en la parte alta de la gradería contabiliza los segundos. La pelea no puede durar más de 40 minutos. En caso de que los dos combatientes se mantengan de pie hasta que suene la campanada final, el combate es declarado tablas por los jueces.

Los propietarios de los animales ingresan presurosos al ruedo para levantar a sus animales y verificar su estado.

Si uno de los gallos resulta victorioso, el monto de la apuesta se paga inmediatamente a su propietario. Las personas del público que apostaron por el vencedor también cobran su dinero.

La apuesta mínima es de mil bolivianos, si es una competencia de rutina (sábado por la tarde), mientras que cuando se trata de un torneo departamental o nacional, por ejemplo el 14 de septiembre, el monto sube a mil dólares.

Si una persona no paga el dinero comprometido con otro espectador, en caso de perder, es expulsada definitivamente por el club y nunca más se le permite entrar al ruedo, afirma Martín, uno de los asistentes que se encontraba en este escenario el 1 de octubre.

En algunos casos, cuando se ha iniciado la pelea y uno de los dos gallos abandona el ruedo, el juez que está atento a las acciones grita “riña”, es decir, hay un vencedor.

No obstante, cuando uno de los ejemplares sale el escenario antes de transcurrido un minuto, no se considera riña. Para advertir sobre esta situación, el juez hace sonar un timbre cuando se ha cumplido este tiempo.

A unos tres metros del ruedo, los otros gallos aguardan su turno para pelear, algunos en cajas de manzanas, totalmente encerrados, y otros en gabinetes de madera. Los animales cacarean como si anunciaran el amanecer.

Otros gallos son mojados por sus dueños minutos antes de la pelea, mientras que los que acaban de concluir un combate son llevados en brazos de sus galleros. Están extenuados y con menos plumas.

SANCIÓN

No obstante que algunos de los galleros toman cerveza cerca del ruedo, los jueces les recuerdan que no está permitido hacerlo, porque a causa de la bebida muchos se tornan agresivos y faltan el respeto a los que asisten.

Cuando este medio ingresó a la arena de Colcapirhua, un gallero era amonestado severamente por los socios de su club debido a su “inaceptable” comportamiento.

Uno de los responsables de la directiva le recordaba que no se podía consumir bebidas alcohólicas y menos asumir una conducta agresiva, tal como él lo había hecho.

Cabizbajo, el gallero escuchaba, como si se tratara de un juicio, los alegatos de sus compañeros. Uno recomendó la suspensión de un año. Otro, como “un acto de humanidad”, propuso que se debía, por esta vez, dejar de lado este castigo y optar por una multa de 400 bolivianos, que el infractor debía hacer efectiva de forma inmediata.

El gallero, sin atreverse a impugnar la sanción monetaria impuesta por sus compañeros, se aproximó a los jueces y pagó este monto, comprometiéndose a no protagonizar más escándalos.

EL ESCENARIO

El ruedo de Colcapirhua, espacio circular en el que pelean los gallos, tiene unos seis metros de un extremo a otro y está separado de las graderías por un pequeño muro de concreto de aproximadamente 60 centímetros de alto.

El piso es de tierra y en el mismo se puede observar las plumas de los animales que combaten durante la jornada. Algunos desniveles que hay en este espacio (huecos) generan el descontento de los galleros, quienes piden la presencia de la propietaria de la casa para que los nivele. Uno de los directivos del club llega a proponer el traslado a otro escenario, en Quillacollo.

Alrededor del ruedo se ha instalado una gradería de madera en la que se acomodan los que han ingresado después de haber comprado su entrada en 20 bolivianos. Para que los espectadores puedan salir y volver a ingresar sin problemas al escenario, la persona que controla la puerta les sella en el brazo izquierdo. El palenque está protegido por un tinglado con calaminas en una extensión de al menos 50 metros cuadrados. A unos dos metros del piso, sobre el espacio donde pelean los gallos, se han instalado fluorescentes que iluminan a los combatientes.

Fuera del ruedo se disponen mesas y sillas de plástico, donde los espectadores pueden servirse comida, especialmente pollo, refresco y cerveza que es ofrecido por los propietarios del local.

Alrededor del redondel se colocan sillas de plástico en las que se acomodan los propietarios de los gallos que están peleando, los jueces y los dirigentes.

EN FACEBOOK

Las peleas de gallos se promocionan mediante Facebook, especialmente las de las provincias.

La publicación de un muro Torneo de Gallos anuncia la realización de competencias en Punata y premios para los tres primeros puestos.

Al ganador se le ofrece un televisor full HD de 32 pulgadas, para el segundo un horno de microondas y para el tercer puesto dos quintales de maíz.

Cuando el torneo es interprovincial, el primer premio es una motocicleta modelo 2016, para el gallo más rápido. El segundo lugar se lleva un televisor full HD de 32 pulgadas y para la tercera ubicación, el propietario se lleva dos quintales de maíz.

Conflictos familiares

La actividad que está relacionada con los gallos y las riñas que se organizan en torno a ellos llegan a ocasionar problemas familiares, afirma el gallero Víctor Hugo Sainz.

Este experimentado gallero, que está inmerso en esta actividad desde hace 52 años, relata que cuando se compraba un animalito (gallo) y se ausentaba de su casa, al retornar, sus familiares lo habían sacrificado porque no querían que él se dedicara a esta afición.

La esposa de Víctor Hugo Sainz asegura que las peleas de gallos se convierten en un vicio porque priva a la familia de hacer planes los sábados, día de los combates. Es más, señala que muchas veces llegó a discutir con su esposo por este motivo, pero aguantó, hasta ahora.

Los ruedos

Las peleas de gallos se realizan en diferentes municipios de Cochabamba. El principal, según el testimonio de varios galleros, es el que se encuentra en Colcapirhua, porque se lleva a los mejores gallos y se realizan apuestas “fuertes”.

Otro lugar importante es el de Huayllani, en el municipio de Sacaba, donde los galleros llevan a sus animales a pelear los fines de semana.

En Cercado también se realizan las peleas de gallos, pero en forma clandestina, en La Maica, al oeste de Cochabamba, en la zona sur y en Itocta.

Las peleas de gallos se realizan también en otros municipios como Quillacollo, Vinto, Punata, Mizque y Cliza.

La pelea

Los propietarios de los gallos se dan cita en el ruedo una media hora antes de que comiencen los combates para que sus animales sean pesados.

El siguiente paso es el sorteo para definir el orden en el que pelearán los gallos. La jornada tiene programadas una decena de combates, como promedio.

A continuación, los galleros colocan a sus animales los espolones artificiales, les mojan con agua y esperan la orden del juez que está a cargo.

El juez llama a los propietarios de los gallos, quienes entran al ruedo, hacen topar a sus animales y abandonan este espacio. La pelea comienza.


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