miércoles, 19 de octubre de 2016

Tres galleros defienden a la riña como un deporte tradicional

Javier de 72 años, Germán de 26 y Hernán de 19 son tres galleros que defienden las peleas de gallos porque consideran que se trata de un deporte tradicional que se ha practicado en el país desde hace décadas y que ellos cuidan con esmero a sus animales, alimentándolos de la mejor manera posible.

Uno de los argumentos que esgrimen es que los gallos de pelea son animales que se enfrentan entre ellos por instinto, desde polluelos.

Los tres galleros accedieron a contar sus experiencias con la condición de mantenerse en el anonimato para no ser perjudicados en sus equipos.

Lo único de malo de esta actividad, según el más veterano, Javier, es que ahora en los ruedos se consume mucha cerveza, que deriva en escándalos, lo que a su vez genera la protesta de los vecinos que viven cerca de donde se desarrollan las peleas.

UNA AYUDA

Hernán tiene 19 años y cada fin de semana acude, sin falta, a los ruedos de La Maica (al oeste de la ciudad) y de la zona sur, con la finalidad de apostar por su gallo “Pechón”.

El estudiante de Gastronomía, quien pidió guardar en reserva su apellido, afirma que la suerte ha estado de su parte en los últimos dos meses porque su gallito ha ganado en al menos tres oportunidades.

Las apuestas en la zona sur de la ciudad que se realizan en ruedos improvisados no suben de 300 bolivianos, dinero que se debe dejar en la mesa de los jueces antes de que se inicie el combate.

Hernán trata de armonizar sus estudios con su afición de gallero. Asiste a clases en la mañana y por la tarde se da tiempo para entrenar a sus dos gallos “Pechón” y Sansón, el primero de tres años y el segundo de dos.

Los fines de semana, después de acudir a las peleas de gallos con sus ejemplares, Hernán trabaja en la atención de fiestas, como barman, actividad que le genera algunos pesos, “pero no tanto como en el ruedo”.

Su afición por los gallos la heredó de su primo Edson, quien dejó esta actividad hace una década, cuando todavía no se apostaba “tanto”.

Además de arriesgar dinero por sus gallos, Hernán apuesta también por otros que combaten en el ruedo al que asiste y afirma que generalmente gana porque tiene buen ojo para elegir.

MEDIA DÉCADA

Javier es otro gallero que ha dedicado 50 años de su vida a la crianza de gallos y a la organización de riñas.

Recuerda que en una época las peleas de gallos se realizaban en la avenida 9 de Abril, cerca de la laguna Alalay, para trasladarse luego hasta la zona oeste, sobre la Beijing, lugar que también tuvieron que dejar porque se llenó de casas y edificios.

Javier comenta que hace un par de años colgó los cachos de sus animales, es decir, ya no los hace pelear, pero sigue entrenando ejemplares para sus amigos galleros.

Agrega que en sus años mozos las apuestas eran mínimas y los galleros no consumían tanta cerveza, como ocurre ahora, por lo que había pocos problemas. A lo sumo, los que se dedicaban a esta actividad descuidaban a sus familias y, en otros casos, los jóvenes tenían rendimientos bajos en sus estudios.

Javier comenta que para tener un gallo de pelea que sea capaz de ganar la mayor cantidad de combates, su propietario debe mimarlo, darle una buena alimentación y mantenerlo siempre sano.

SOLO APUESTA

Germán es uno de los más novatos de su grupo. Se integró al club tras comprar un gallo de un año y medio, en 300 dólares, e inmediatamente empezó su entrenamiento, tal como le enseñaron los miembros más antiguos de su agrupación.

Este joven de 26 años confiesa que espera ansioso que concluya el entrenamiento de su gallo para lanzarlo al ruedo, posiblemente en el mes de noviembre. Mientras tanto, Germán entrena a su gallo 15 minutos durante cuatro días a la semana.

Por el momento Germán solo apuesta a los gallos de sus amigos, pero todavía sumas menores, desde 20 bolivianos hasta un máximo de 50.

Generalmente, afirma que termina la jornada de fin de semana sin ganar ni perder. No obstante cuenta que un día tuvo la suerte de salir del ruedo con 300 bolivianos porque tuvo una tarde afortunada.

Por el momento, Germán alimenta a su gallo con maíz, y alfalfa.

Cuando su animal deba pelear, tendrá que cambiar su dieta e incrementar el sorgo, la soya y las verduras picadas.

Por lo pronto, y hasta que llegue su turno, (mejor dicho el de su gallo), Germán acude a los ruedos de la zona sur para observar cómo pelean los otros animales y cuál es la hermenéutica que utilizan sus propietarios, además de apostar algunos pesos.

APUNTES

Las apuestas que realizan los galleros en el ruedo (lugar donde se enfrentan los gallos de pelea) toman en cuenta a los equipos que se conforman.

Los galleros se agrupan en equipos para reunir el dinero de la apuesta, especialmente cuando se trata de sumas elevadas.

En un grupo de cinco galleros, por ejemplo, cada uno coloca 200 bolivianos o 200 dólares para cubrir los 1.000 bolivianos o los 1.000 dólares que se requieren para cada ocasión.

Además de la apuesta que se deja en la mesa, en algunos ruedos los propietarios de los gallos deben abonar 50 bolivianos para que el club que los cobija compre premios para los torneos.

Una de las razas más conocidas en el país es la Asil, que se trae de Brasil.

Esta raza, según un artículo publicado en el blog Gallos de Pelea, la raza Asil es la única que mejora a todas las otras razas.

Este animal tiene plumas cortas, es de color negro y rojo, pico corto y alas muy prominentes.

Sweater es otra raza.

Son gallos muy voladores un poco torpes abajo, van desde el amarillo hasta el retinto. El color de sus patas es amarillo.

Kelso: Son gallos clásicos que pelean muy bien arriba y abajo. Su color de patas va del amarillo hasta el blanco. Para muchos, esta es una de las razas de gallos de pelea más querida.

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